El 3 de octubre fue sin duda una velada más que memorable para los amantes de la música y el cine, realizándose en los escenarios del Teatro Caupolicán el espectacular concierto de despedida de Emir Kusturica & The No Smoking Band.
Programado para iniciar a las 21 horas y con el teatro repleto, la audiencia se manifestaba con silbidos y palmas ante la ausencia de los músicos, incitando a la puntualidad casi como un pacto sagrado que debía respetarse. Pero luego de unos minutos la aparición de la banda colmó los ánimos de cólera para transformarlos en todo lo contrario.
El Show de Emir Kusturica bajo los ojos de Ruidar
El sonido de la banda consiste en una particular conjunción entre ritmos folclóricos balcánicos y rock, lo que por una parte provee de un sentido místico y pronunciadamente melódico (con instrumentos como el violín, acordeón, trompetas y saxofones), y por el otro los tonos de instrumentos propios de una formación rockera estándar como tal (guitarras eléctricas, bajo, batería y teclados). Además, dentro de sus componentes más importantes se encuentra la lírica de sus composiciones, con estamentos políticos e ideológicos de gran peso.
Para los fanáticos más leales de Emir Kusturica & The No Smoking Band, el listado de canciones abarcó parte de la filmografía de Kusturica, entregando un recorrido por películas tales como “Life is a Miracle” (2004), “Chat Noir, Chat Blanc” (1998), y “Underground” (1995), y su paso por “Unza Unza Time” (2000), así como por su última entrega “Corps Diplomatique” (2018). La sátira tampoco estuvo de lado, enunciando una particular línea melódica del mítico show animado “The Pink Panther” entre sus diálogos, un falso inicio de “Shine On Your Crazy Diamond”, perteneciente la banda inglesa Pink Floyd, y una demostración prolífica de vals en violín para ejemplificar el sello de su sonido al transformarla a Unza Unza, nombre con el que se distingue al timbre característico del conjunto.
Más aún fue la emoción de la gente cuando el líder y sus músicos bajaron del escenario para realizar un recorrido circular entre los oyentes, que atónitos, saludaban y bailaban, para luego seguir el espectáculo con ingeniosos juegos, coreografías, e historias guiadas por Kusturica.
Tocada la última pieza del repertorio los músicos se despedían, pero el público se negaba ante la idea, convocándolos nuevamente para concluir con la reiteración de “Cerveza” y “Comandante”, canciones previamente ejecutadas.
La despedida era innegable, y formados en fila concluían con una clásica reverencia, los aplausos revestían la sala en un emotivo y feliz final para Emir Kusturica & The No Smoking Band, sellando el eterno recuerdo en los participantes de aquella jornada.
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